A PRUEBA DE RESISTENCIA FÍSICA
Actualizado: 10 nov 2021
Bélgica, 15 de septiembre de 2002. Era un día muy bonito, y me sentí tan entusiasmada que me apeteció hacer un paseo en bicicleta. Por supuesto, acompañada de mi novio y sus amigos.

En realidad, había podido quedarme en casa de mis futuros suegros, para ayudar con los preparativos de la boda. Mi suegra fue tan benevolente que me dijo: «Vete con mi hijo, que te la vas a pasar muy bien, y ya verás cómo te vas a divertir un montón». En aquel entonces nos encontrábamos comprometidos y, como quería dar la mejor imagen de ser una mujer deportista, supuse que me la iba a pasar muy bien.
Entonces, aquel hermoso día nos reunimos seis personas y empezamos a pedalear, pero a los 30 minutos surgió la pregunta que había podido ser mi salvación: «¿Cuántos kilómetros tiene el trayecto, o cuánto tiempo nos falta para llegar?». Mi prometido dijo: «como son 55 kilómetros, pienso que vamos a tardar». Cuando escuché aquello, quería desaparecer.

Con tan solo 9 kilómetros que habíamos recorrido, no podía con mi alma; el espíritu de diversión estaba atravesando la etapa de la extinción. Para completar, la dirección del viento no favorecía en lo absoluto. El camino tenía muchas cuestas, y estas parecían interminables. En síntesis, la sensación que estaba viviendo fue como si hubiese sido arrollada por un camión. Las agujetas no tardarían en aparecer, y efectivamente así fue. Durante el trayecto sentía cómo todo el cuerpo me dolía.
Cuando llegué a casa de mis suegros, ellos no dejaban de observarme con una cara de asombro total. «Pobre mujer», pensaban. El hombre que hoy en día es mi esposo, según su argumento, dijo: «Esta fue la prueba final para la mujer que dentro de tres días será mi futura esposa». Aun así, reconozco que, por alardear de mis escasas cualidades deportivas, sufrí las consecuencias, que me llevaron a padecer un insoportable dolor muscular.
Para que se hagan una idea acerca de mi vida activa, en breve puedo decir que el deporte y yo no nos llevábamos bien en aquel entonces. Digamos que, cuando estaba en mi país de origen, mi actividad deportiva se limitaba a ir al gimnasio de vez en cuando, y ocasionalmente me apetecía ir a la ciclovía. Por cierto, era más la tertulia que darle al pedal a la bicicleta.

A pesar de eso, hoy en día disfruto más y más de esta actividad deportiva, así como también de otras actividades físicas al aire libre.
De cierto modo, gracias a «pruebas» como estas por así decirlo, ha sido toda una experiencia de realización personal y concienciación.
Porque hoy en día practico actividad física con mayor prudencia y con un mejor estado físico. Sin embargo, con una actitud positiva, logré terminar el paseo de aquel hermoso día. Y en bicicleta.
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