VAMOS A CORRER
Actualizado: 1 nov 2021

Hoy en día contamos con una infinidad de avances en la ciencia, por lo que el sector de la salud ha demostrado que entre hombres y mujeres existe una diferencia anatómica. No podemos negar esta evidencia de la que, más adelante, vamos a exponer y a explicar, sin antes hacer una breve reseña del movimiento físico y sus ventajas.
Todos sabemos o hemos oído que el ejercicio físico tiene múltiples beneficios en la mejora de la circulación sanguínea y en la oxigenación, y en el incremento del tono muscular y de la resistencia física. También podemos hacer hincapié en el bienestar mental (por la liberación de endorfinas) de quienes corren con regularidad. Aunque en otras épocas se hacía una distinción (correr, actividad exclusiva para los varones), a quienes se los consideraba aptos en la práctica del atletismo.

Hoy en día es mayor el número de mujeres que también realizan esta práctica deportiva bien sea de modo competitivo, así como también para la mejora y conservación de la salud en general. Pues ahora nos disponemos a hacer mención de algunas partes anatómicas que difieren entre los hombres y las mujeres. Cada sexo tiene sus propias características. Los huesos de las mujeres, por ser más pequeños y menos densos que los de los varones, facilitan el movimiento físico. Pero el hecho de tener unos huesos con menor densidad ósea (y más si existen alteraciones debidas al ciclo menstrual o a la menopausia) aumenta el riesgo en la aparición de lesiones óseas. Aun así, una alimentación saludable es uno de los mejores métodos de prevención, ante un déficit de calcio, que es uno de los desencadenantes en la aparición de la osteoporosis.
Las piernas también son un punto de discordancia anatómica entre ambos sexos. La mujer suele tener el fémur con cierto giro hacia delante, acompañado por una tendencia a tener las rodillas hacia dentro. Esta característica postural implica un mayor riesgo de lesiones en la rodilla, más concretamente de la rótula. Además, es habitual hablar de hiperlaxituden el caso de una mujer que en el de un hombre. Con ello, hace referencia a un mayor grado de flexibilidad de lo que se considera normal (aproximadamente un 10% de la población la posee). Por otra parte, existe una inestabilidad articular, es decir que quien la sufre tiene cierta propensión a las caídas y altas probabilidades de lesionarse, sobre todo en la articulación del tobillo. En este caso, los hombres tienen menor riesgo de sufrir una lesión por esta causa, lo que no exonera a los varones de reforzar la musculatura de los tobillos, por ser una de las zonas anatómicas más frágil, tanto en ellos como en ellas.
